«No creo en la astrología; soy un sagitariano escéptico».
Arthur Charles Clarke
En el presente ensayo abordaré el tratamiento de la Astrología en nuestra sociedad contemporánea, repasando los antecedentes históricos más significativos e influyentes, para evidenciar que la misma, ha sido utilizada para diversos fines y de distintas maneras a lo largo de la historia de la cultura Occidental, respondiendo en la mayoría a un interés concreto o al miedo a lo desconocido. Me centraré fundamentalmente en la estigmatización sufrida por parte de la religión cristiana y, finalmente, reflexionaré sobre el redescubrimiento de la astrología en nuestros tiempos y sobre los posibles motivos por los cuales existe mayor interés en profundizar en sus significados y arquetipos.
En lo referente a los antecedentes históricos, destacar que los historiadores de la astrología coinciden en que las antiguas civilizaciones de Mesopotamia y del Nilo fueron la cuna de su nacimiento. Ambas culturas consideraban que las estrellas eran la fuente de todos los cambios y representaban los símbolos que se utilizaban para interpretar el entorno.
Así pues, el conocimiento astrológico de ambas civilizaciones llegó hasta Grecia en la compilación de Ptolomeo (Siglo II). No obstante, los griegos interpretaron la astrología desde su característica percepción mitológica, filosófica o religiosa. En este sentido, agregaron un sentido más espiritual a la teoría astrológica.
Por otro lado, la astrología como ciencia de adivinación sólo se extendió en Grecia después de las conquistas de Alejandro Magno, con la incorporación de los conocimientos de las civilizaciones conquistadas -caldea, persa, egipcia e india-. Lo cual significa que la astrología fue sufriendo transformaciones y sus significados se fueron adaptando a las nuevas realidades de las sociedades que la releían e incorporaban. Ahora bien, es claro que en ese intercambio de una cultura a otra, lo que circulaba no era “la verdadera astrología”, sino sus múltiples interpretaciones y representaciones.
Ptolomeo -astrónomo, astrólogo, químico geógrafo y matemático de la época- adaptó las ideas de Atistóteles, sin embargo, fundamentó la astrología no tanto con criterios filosóficos, sino más bien apoyándose en la astronomía, lo cual fue un intento de seguir la línea científica aristotélica para ofrecer una explicación racional del mundo, en vez de una visión mística como la de Platón.
Por lo tanto, existió una necesidad de refinar la ciencia astrológica a efectos de dotarla de más credibilidad ante la mirada de los escépticos. Esta manifestación es una demostración clara de que el conocimiento tiene un carácter manipulable y que la reinterpretación del mismo no es pura, sino que está condicionada por la subjetividad de quien interpreta y de la intención con la que lo hace.
Así pues, Ptolomeo desarrolló la teoría de los signos, los planetas, las casas y los aspectos zodiacales y distinguió entre una astrología de predicción de sucesos generales y otra individual.
Mientras tanto, en Grecia, hacia el Siglo II de nuestra era, los escépticos desarrollaron una serie de argumentos en contra de la astrología que perduraron y proporcionaron un modelo para posteriores críticos y escépticos. Sin embargo, a pesar de las críticas, con la dominación romana, la astrología extendió sus fronteras por todos sus territorios.
Esta ciencia, captó la atención de todas las clases sociales, aunque no le faltaron detractores como Cicerón o Lucrecio, empeñados en defender el libre albedrío, que sentían incompatible con los conocimientos de la astrología, desde la filosofía o desde la sátira.
En general, la estima de los astrólogos creció en esta época, tanto que llegaron a tener incluso una función política como consejeros de los emperadores o de los grandes señores: Julio Cesar se servia constantemente de la astrología y Cesar Augusto la protegió. De hecho, el primer tratado romano sobre este arte, La Astronómica de Marco Manilio (45 a. d. C.) fue dedicado a este emperador.
En este sentido, es oportuno afirmar que en ese momento histórico, la astrología se convirtió en un símbolo de poder, ya que acceder a su conocimiento era posible únicamente para una élite/clase concreta. Se resignificó, por tanto, como un conocimiento al que podían acceder las instituciones políticas de la época para beneficiarse de las predicciones y simbologías que ayudaban a interpretar y, al fin y al cabo, servían de guía para tomar decisiones políticas.
Los astrólogos eran personajes importantes e influyentes en la sociedad y en tiempos de Constantino, el notario imperial Julio Firmico Matemo, escribió sus Matemáticas, en ocho libros que trataban del poder y la influencia de las estrellas. Esta obra tuvo una gran influencia hasta entrado el Renacimiento.
Mientras la Iglesia estuvo perseguida, los autores cristianos ofrecieron algunos razonamientos dispersos sobre el problema de la astrología, pero no abordaron el tema de una manera sistemática. Es a partir del siglo II, cuando el cristianismo empezó a cobrar una posición destacada en la vida del Imperio Romano, cuando se comenzó también a atacar las teorías astrológicas con toda suerte de argumentos.
Los primeros apologistas del cristianismo asociaron la astrología a las demás artes adivinatorias o mágicas, y las relacionaron a todas con lo demoníaco. No obstante, sus defensores alegaban que eran muchas las referencias a los cuerpos celestes que podían y pueden encontrarse en los textos cristianos. Podría decirse que esta voluntad por parte del cristianismo de estigmatizar a la Astrología, es un inicio de actitud imperialista, en el sentido de querer monopolizar el sistema completo de representación.
Así pues, después del siglo III, Diocleciano prohíbe la astrología y durante los siglos IV y V los ataques contra esta se hacen más regulares y estigmatizadores.
En la Iglesia de Occidente, la literatura antiastrológica fue escasa y hacia el sigo VI y VII los ataques contra la astrología fueron mermando ya que pasa a ser un tema más literario que vivo.
No fue pues hasta el siglo XIV y XV que no apareció el auge por la astrología nuevamente, a través del humanismo italiano del que nació el Renacimiento. Este nuevo interés puede explicarse por una necesidad latente de conectarse con lo místico.
Las cuestiones astrológicas de las que se hizo eco la literatura fueron varias: determinismo y libre albedrío, el orden universal y sus símbolos, el uso religioso y político de esos símbolos, el problema del carácter, etc.
La creatividad literaria tomó de la astrología lo que le vino bien para sus intereses estéticos, moralizantes y propagandísticos y la moral religiosa de turno, siempre veló por establecer los límites de la relación con la astrología dentro de su ortodoxia.
La astrología ofrecía una imagen perfecta de los nexos universales, una manifestación material del orden espiritual del cosmos.
Fue en muchos sentidos un conocimiento que despertó el interés y la imaginación de los poetas y escritores, sobre todo los mas apegados a la idea del poeta sabio, el poeta filósofo, el poeta que podía leer el universo como un espejo alegórico de verdades profundas, e interpretar en él el privilegiado destino de los nobles mecenas.
Pasado el Renacimiento, el estudio de la astrología estaba a punto de extinguirse con los comienzos del Neoclasicismo en el siglo XVIII y ello no se debía a que no pudiese ajustarse a las exigencias del método científico, sino a la estrechez de visión que impusieron las nuevas modas, supuestamente científicas, que perdieron la visión holística de la ciencia astrológica y que no supieron apreciar sus significados. En este contexto, la tradición tropezó con la ciencia. El prestigio que se le dio a lo científico supuso dejar atrás la interpretación astrológica del mundo y de los sucesos, lo cual en cierta forma, puede considerarse más un retroceso que un avance.
Era clara la importancia de la Astrología y lo sigue siendo en nuestros tiempos, donde se distingue claramente la influencia a través de los arquetipos astrológicos: Hoy en día, en nuestra cultura Occidental, toda persona conoce su signo zodiacal y en general, le da cierta importancia.
No obstante, también es evidente que el camino que ha atravesado no ha sido el más fácil, ya que a lo largo del mismo ha recibido muchísimas críticas. Quizá por esa misma razón ya no es ni la sombra de lo que era, y que por ello se haya vulgarizado hasta tal punto, que ya no representa ningún interés por los estudios humanísticos -aunque no se pueda negar su influencia en nuestra cultura contemporánea-.
Todo ello me lleva a reflexionar en el conocimiento silenciado, desprestigiado y en cierta forma, subalterno, del que no somos conscientes como humanos, y en la forma en la que inevitablemente, en menor o mayor medida, afecta y condiciona las decisiones u omisiones.
En este sentido, considero que el autocuestionamiento que existió siglos atrás, suponía reconocer una subalternidad en la propia concepción de uno mismo respecto al universo: concebir que existe un Macrocosmos supone sentirse ajeno y a la vez insignificante. En cierta forma, aceptar el misterio de la propia existencia supone reconocer la pequeñez del ser humano, y con ello, aparece un sentimiento de humildad respecto al resto de seres vivos. Puede que este sea uno de los motivos por los cuales la Astrología, así como otro tipo de recursos, están reapareciendo con fuerza en nuestros tiempos, por la necesidad de entender que el poder creado hasta ahora debe ser limitado, porque hay un todo superior que nos hace minúsculos.
Por ello, quisiera terminar mi reflexión con una invitación a integrar la Astrología, así como cualquier otra aproximación a la parte más inconsciente pero arraigada en el imaginario cultural, para intentar reinterpretar el conocimiento y la simbología con los que leer el mundo.
Considero fundamental la relectura de la historia silenciada, de las sombras más oscuras que se han intentado borrar, pero de las cuales aún puede entreverse su perdurabilidad en el inconsciente colectivo.
«La astrología representa la suma de todos los conocimientos psicológicos de la antigüedad».
Carl Jung
Recursos
- Vicente García, Luis Miguel (2004). De la confrontación entre la astrología y el primer cristianismo al aprovechamiento de los arquetipos astrológicos por el humanismo cristiano. Revista Española de Filosofía Medieval, 11 (2004). pp. 227-242.
- Vicente García, Luis Miguel (2011). El engarce de la Astrología en el pensamiento medieval y humanista: El hilo cortado. Revista Española de Filosofía Medieval, 18 (2011). pp. 193-210.