Análisis crítico: «El segundo sexo I. Mitos» de Simone de Beauvoir y «Una habitación propia. Capítulo IV» de Virginia Woolf

En el presente análisis crítico, mencionaré los aspectos que considero significativos de los textos objeto de estudio, a efectos de exponer, posteriormente, mi perspectiva respecto a la influencia del género en el proceso de construcción de la identidad y la subjetividad y por consiguiente, en la producción literaria.

En referencia a «El segundo sexo I. Mitos» me parece fundamental destacar los conceptos «el Eterno Femenino» y el mito del misterio femenino.

Beauvoir entiende que «el Eterno Femenino» es la idealización que hace el hombre de la mujer como un Otro absoluto, rechazando la experiencia de que es un sujeto, un semejante y, obviando así, las conductas de las mujeres de carne y hueso.

En base a ese tratamiento distanciado de la realidad, se crea, según Beauvoir, una especie de ensoñación en los hombres, que al no poder entenderla -y al no tener interés en trascender su ignorancia- la catalogan de misteriosa:

«Ese juego subjetivo es una experiencia más atractiva que una relación auténtica con un ser humano.» (Beauvoir, 1949).

Por lo tanto, para Beauvoir, la mujer se ha visto despojada de la construcción de su propia identidad: a través de la literatura, los hombres han definido lo que es y lo que no es ser mujer y, en todo caso, de qué forma se debe ser mujer, otorgando un carácter amoral a todo lo que salga de esos límites idealizados/predefinidos.

En cuanto al capítulo IV de «Una habitación propia» de Virginia Woolf, me interesa destacar el distanciamiento de las mujeres escritoras a las que analiza (Austen, Eliot, Brontë, entre otras,…) con el espacio público, la vida más allá de las paredes del hogar y de las obligaciones maritales: La experiencia de estas mujeres estaba limitada a la vida que se les impuso, no podían ir solas por la calle, no podía viajar, ganarse la vida con su propio trabajo, etc. En consecuencia, sólo tenían acceso a la experiencia profunda de las emociones, por lo que, desarrollaban una gran capacidad para escribir sobre estas -las que conseguían desentenderse de los prejuicios y el castigo social-.

Por lo tanto, para Woolf, la vida de las mujeres se ha visto limitada por no tener un espacio propio y por la imposibilidad de desarrollar autonomía económica.

Así pues, mi intención es relacionar estas ideas con el concepto de identidad y subjetividad femeninas, para pensar su influencia en la producción literaria.

Ambas autoras coinciden en que la feminidad o «lo femenino» quedan delimitados por la mirada del hombre y por el papel que se le otorga a la mujer dentro de la sociedad.

Coincido plenamente con esta afirmación y creo que es clave analizar hasta qué punto ha influido esta mirada en la construcción de nuestra identidad. Ahora bien, hay que tener en cuenta que la identidad se crea a partir de la subjetividad, por lo tanto, todo proceso de identificación parte de la manera que tiene el/la individuo para constituirse como sujeto/a.

Esta identidad, en el caso de las mujeres, como hemos visto en los textos, ha sido moldeada por la mirada del hombre, quien ha definido la feminidad desde un lugar de privilegio, de superioridad y, en consecuencia, de poder. Woolf en su ensayo explicita este hecho: Las mujeres leen las novelas donde se sienten representadas, pero esta representación ha sido creada por una visión masculina.

Judith Butler entiende que la subjetividad se crea a partir de un proceso de sujeción a unas normas que se imponen a través del género: la categorización hombre/mujer. Estas normas son la base para la construcción de la subjetividad y en consecuencia, de la identidad, por lo tanto, existe una relación dependiente, son necesarias para afirmarnos como individuos. No obstante, la influencia negativa del binomio hombre/mujer proviene de su aplicación en las prácticas sociales y culturales, que no ha sido ni es igualitaria: en los espacios públicos la representación de la mujer no tiene el mismo peso que la del hombre o directamente no existe, como tampoco existían referentes femeninas en la literatura en los siglos XVI a XVII, como señaló Woolf.

De modo que, volviendo al tema principal, si es a través de la identidad y de la subjetividad que nos pensamos y consecuentemente creamos realidad, y, esta construcción se basa en los mandatos de género, es posible afirmar que el género es una producción social inseparable del lenguaje y que por tanto, el lenguaje no es neutro.

Así pues, me planteo la siguiente pregunta: ¿es posible salir de las normas de género y por tanto, hacer literatura que no sea catalogada como «femenina»?

«La subjetividad es siempre narración, por lo que, hay una parte que siempre puede escribirse, poniendo en evidencia los discursos que la atraviesan y hasta dónde podemos o no reinterpretar la condición de aquel “algo” dado.» (Fina Birulés, 2011).

Coincido aquí con Fina Birulés: la subjetividad es narración, y por tanto, de carácter interpretable. En este sentido, es acertado pensar que una persona puede subvertir en mayor o menor medida la imposición del género, en función de cómo se apropie de los discursos y del grado de consciencia que tenga sobre su existencia e influencia. Ello facilitaría el control sobre los mandatos impuestos, y en consecuencia, existiría la posibilidad de definirse en base a un criterio propio.

En cuanto a la realidad actual, creo que la conciencia sobre los mandatos de género es mayor respecto a la que tenían las mujeres que describe Virginia Woolf, por ejemplo, quienes no podían salirse de las normas, puesto que ello suponía la exclusión directa de la sociedad en la que vivían. No obstante, a pesar de que los mandatos de género son cada día más cuestionados y que ello se produce a mayor velocidad gracias a los avances tecnológicos, las mujeres seguimos autodefiniéndonos a través de la mirada del hombre, ya que resisten muchos de los atributos descritos por Beauvoir y Woolf, sobretodo los referidos al mito de lo femenino. Esto puede verse de forma clara en la creación artística de masas de nuestra época, cada vez más machista, en la que las mujeres son representadas a partir del deseo sexual del hombre (canciones de reaggeton, el film «Cincuenta sombras de Grey», etc.)

En este sentido, mi reflexión final va dirigida hacia el trabajo a futuro que debemos hacer las mujeres como colectivo: permanecer en la reescritura constante de la subjetividad y continuar el viaje identitario a fin de liberarnos de aquello definido como «lo femenino».

Es necesario reescribir nuestra historia, entendiendo la identidad como un devenir constante, para ir más lejos de los estereotipos impuestos desde la publicidad, las modas, los best-sellers, el cine, etc.

Un texto no significa si no es en relación con otros. El desafío será entonces, situarnos en un lugar menos condicionado, sin dejarnos llevar por las categorías, donde la intención sea transmitir una idea, un sentimiento, sin estereotipos.

Por último, creo que la literatura es clave, ya que el margen de acción para salir de las normas es la posibilidad de reescribirnos.

«La subjetividad es siempre una manera de ser y al mismo tiempo, de no ser, la subjetividad es siempre un relato y nunca la revelación de una esencia». (Fina Birulés, 2015).

Bibliografía:

BIRULÉS, FINA: La distancia como figura de la comunidad: Hannah Arendt. Barcelona: Icaria, 2011.

BIRULÉS, FINA: Entreactos: En torno a la política, el feminismo y el pensamiento. Madrid: Katz Editores, 2015.

BUTLER, JUDITH: El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, trad. Mª Antonia Muñoz. Barcelona: Paidós Estudio, 2018.

DE BEAUVOIR, SIMONE: El segundo sexo I. Los hechos y los mitos, trad. de Juan García Puente. Madrid: Siglo XX, 1962, pp. 286-318.

WOOLF, VIRGINIA: Una cambra propia, trad. d’Helena Valentí. Barcelona: Deriva, 1996, pp. 103-137.

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